Esta
entrada también podría llamarse “Deja, idiota, que yo le enseño a tu hija” o
“Cómo contener las ganas de asesinar durante hora y media de exposición”.
Sí,
este es un post cultureta enfurecido contra algo ocurrido en un museo, lo siento.
Hace
tiempo fui a la exposición del MNCARS sobre Dalí, sabía que iba a haber mucha
gente, aunque fueran las cuatro de la tarde (lo de salir de casa en Madrid a
las cuatro de la tarde en pleno julio es caso aparte). A pesar de ello no lo
había asimilado del todo y, en lugar de alegrarme porque la gente se interesa
por el arte, es un poco más culta y es posible que yo tenga algún futuro… acabé
deseando asesinar a una decena de personas, harta de que me respiren en la nuca
y parloteen sin parar.
En
primer lugar, entiendo que haya mucha gente y entiendo que debían regalar
prismáticos en la entrada para poder leer las cartelas pero, por favor, por
favor, por favor, ¡no te plantes delante de la obra durante medio minuto para
leerla! El resto de personas también quieren ver, aunque no se te haya pasado
por la cabeza.
Es
normal que pasen por delante porque no les apetezca dar un simple rodeo, es
normal que se acerquen para ver algún detalle, incluso es normal que, con la
cantidad de gente que hay en la sala, te arreen un bolsazo en plena nuca
mientras tú estás tan tranquilo observando El
gran masturbador…. Bueno, quizá eso no sea tan normal.
Pero
sigamos, en segundo lugar, los culturetas que pululan por los museos
generalmente me hacen mucha gracia, incluso me caen bien… hasta que me he
encontrado con la peor pesadilla de la universidad en una larga exposición:
Señoras mayores.
Aquellos
que tengan o hayan tenido señoras mayores durante sus años universitarios no
necesitarán que diga más. Y no, no me refiero como profesoras, sino como
compañeras. Son lo peor que puedas encontrarte, se enfadan si les “quitas el
sitio” (como niños), se pasan la clase parloteando entre ellas (como
adolescentes) y no necesariamente en voz baja, y no paran de interrumpir la
clase para hacer o 1: Preguntas absurdas que te hacen preguntarte cómo les han
aceptado en la universidad, o 2: Comienzan con lo que parece que es una
pregunta, pero acaba siendo una batallita o historia de su
juventud/familia/queja de que como es tan mayor no puede hacer cualquier cosa.
Imaginaos
mi pesadilla al tener durante una hora y media un grupito pegado a mi trasero,
mitad cultureta mitad maruja de señoras.
Y no
digo más que me enervo. Así que voy a enervarme un poquito más y hablaros de lo
que más me ha indignado de todo (sí, es posible). Un hombre, un hombre
cualquiera con su hija, una niña encantadora que despertó mi instinto maternal
inexistente, o las ganas de comérmela, cuando observaba enormemente interesada
las obras.
El problema llegó cuando le preguntó una duda
a su padre Papá, ¿y este cuadro qué
significa? Yo me derretí ahí mismo, mirando embobada como una pequeñaja de
no más de siete años no sólo se preocupaba de que fuera bonito sino de buscarle
un significado a una obra surrealista.
Claro, que el padre no tardó en estropearlo con su respuesta. Y yo qué sé, hija. Esto del arte moderno no
tiene sentido ninguno.
Y la
niña, tomando la palabra de su padre como verdad universal, desvió la mirada y
continuó andando por la sala.
Esa
niña va a tener en la cabeza si no siempre, durante muchos años, que el arte
moderno no tiene sentido, porque su padre se lo ha dicho y no habrá nadie que
se lo explique correctamente. Esa niña no crecerá disfrutando el arte y solo si
se topa con algún profesor molón que le inculque el gusto, o simplemente se lo
explique, o quizá un guía de estos que enamoran, posibilidades mínimas, acabe
entendiéndolo.
La que
no entiende lo ocurrido soy yo, porque no entiendo que el padre desprecie un
grupo de obras que está visitando ¡en una exposición temporal! Una exposición
temporal que además no es parte de esa “ruta obligada” de museos cuando uno
hace turismo. Si estaba allí se suponía que era porque tenía algún interés
particular, no entiendo que fuera (además pagando una cantidad considerable que
costaba la entrada) si ni le interesaba ni iba a hacer un esfuerzo por
comprenderlo.
Éste
sólo fue uno de los muchos, padres, madres, incluso profesores, uno de los
muchos culpables, entre los que me incluyo, de que la gente desprecie el “arte
moderno”, solamente por desconocimiento. Y me avergüenzo profundamente de ello.