martes, 3 de junio de 2014

Un día especial

Hace ya más de siete años que te conocí, a esa chica callada y tímida aunque con muy mala uva, que salía con un grupo que no le pegaba para nada.
Más de siete años después seguimos siendo tan frikis como aquel día en que descubrimos el primer nexo en común. A partir de entonces los recreos, las horas clase, se convirtieron en un no parar de hablar. Hablar, releer, compartir teorías, hostilizarnos con libros y sus finales, hasta empezar a escribir historias.
Juntas nos alejamos de un grupo en el que cada vez encajabamos menos. Carreras a comprar bocadillos, partidos de fútbol en el patio del instituto, guerras de nombres, las primeras collejas.
Nunca se te olvidará: A.P.W.B.D.
Llegaron otras personas, que se fueron, que se quedaron; llegaron más desengaños, y los primeros batacazos juntas. Y las collejas, no puedo dejar de mencionar las famosas collejas: a escondidas, en momentos que nadie miraba... hasta que el sonido retumbaba y la gente se giraba extrañada.
Nació Nefertire, y un cuaderno tras otro de decenas de historias a cada cual más absurda. Tardes en el césped con una cocacola en las manos y nada que hacer: ¿Cinco y media perro Javi?
 ¡Siguen sin actualizar Amores extraños!
Los años pasan y juntas acumulamos ya una montaña de buenos (y malos) recuerdos.
Recuerdo que en el primer cumpleaños que celebré contigo te regalé una camiseta (¿en qué estaría pensando?). Recuerdo tener la maldita mala suerte de regalarte libros que ya tienes (deja de comprarte libros, por todos los dioses) .
Recuerdo allanar tu casa y dejarte los regalos tirados en la escalera, una piñata coleando de la lámpara y comernos una tarta casera con sabor a leche y a cera. Y recuerdo un cumpleaños silencioso a escondidas en un hotel italiano.
La verdad es que recuerdo muchas cosas de las que me han pasado contigo, algunos de los mejores momentos de mi adolescencia.
Las clases de dibujo más divertidas de toda mi vida.
Descubrir las palomitas con chocolate.
 El p*** mecherito.
Devanarnos los sesos para dibujar un mapa de Idhún un mediodía de agosto en un parque.
Miles de comentarios absurdos en una agenda de caballos.
Planear mil viajes que (aún) no hemos hecho: ¿Andando? ¿¡A Córdoba!?
Morir de felicidad en clases de cultura clásica.
...Y esos son sólo algunos de los primeros.
Contigo (aunque ya soy algo más vieja) sigo siendo un poco como cuando tenía trece años, me sigue gustando quedar para ir al parque a tumbarnos en el césped, me encanta quedar contigo y hablar, hablar de libros sin parar, me encanta meterme contigo, aunque no me gusta tanto la increíble velocidad de tu brazo collegil.
Detesto no poder tirarte de las orejas en tu cumpleaños, ni meterme contigo por ser tan vieja y tan chiquitita (¿alguna vez te he dicho de qué tienes manos?). Por suerte volveré dentro de poco y quiero hacer mil planes contigo, me debes una peli, palomitas, chocolate y cerveza de mantequilla. Y yo te debo un tirón de orejas (o veintiuno).
Feliz cumpleaños canija, feliz cumpleaños tata.
Y recuerda, siempre: ¡ALERTA PERMANENTE!