martes, 28 de mayo de 2013

Un sueño de ida y vuelta

Me enamoré de Roma hace dos años. Roma me gustaba, me interesaba, sabía que era preciosa e histórica y que me iba a encantar, pero no la conocía.
Conocí Roma un muy caluroso día de junio, acompañada de un séquito de compañeros de instituto, algunos grandes amigos, algunos que ni siquiera conocía sus nombres, estuvimos dos horas esperando en el aeropuerto porque perdieron una maleta. Nunca olvidaré ese día.
Al bajar del autobús y pisar Roma recuerdo que estaba totalmente insoportable, incluso llegaron a decirme que me calmara, que debía relajarme porque no me aguantaban. Quería verlo todo, quería verlo ya y el grupo iba demasiado lento, no podía esperar.
Dos días después visité el sitio que [literalmente] me cambió la vida.
Hoy, dos años después, sé desde hace meses que volveré a Roma. No haré una visita exprés, no, me voy allí a vivir. Vivir en Roma. Ni siquiera soy capaz de creerlo.
Serán diez meses, que se harán muy largos y a la vez muy cortos, un Erasmus que sé que no voy a olvidar.
Lo cierto es que no me han regalado [esa infame] beca, sino que he luchado por conseguirla. He luchado mucho, más de lo que creí que sería capaz. Pasé el verano estudiando, preparándome el idioma, dispuesta a ser mejor que los demás. La primera mitad del curso la pasé estudiando la carrera, estudiando italiano e inglés [por si acaso]. Fue duro, fue muy duro y es ahora, casi un año después de que comenzara todo ese esfuerzo, que me está pasando factura. Había veces que sentía que no podía más, que llegaba a casa de trabajar y tenía que hacer trabajos de la universidad, que mis pocos días de descanso los pasaba trabajando e incluso mis adorables jefes decidían que, de vez en cuando, no importaba que perdiera clase para trabajar un día más. Sólo una cosa me daba fuerzas para seguir.
Lo conseguí.
Parecía que todo había terminado, pero los problemas no había hecho más que empezar. Tuve que dejar el trabajo, tenía más asignaturas de las que debiera en la universidad y no daba [doy] de sí. Los problemas con la matrícula italiana se sucedían y parecía imposible encontrar una habitación para vivir que costara menos de medio millón al mes. El caos Erasmus no había hecho más que empezar.
Desde que decidí que quería irme de Erasmus, más bien que quería irme a Roma, he recibido muchos comentarios y he leído al menos la mitad de cosas que circulan en la red sobre el tema, que no son pocas.
Hay mucho tópico típico, desde “vaya, vaya, así que orgasmus…” hasta “qué bien, un año de fiesta en fiesta y sin estudiar, que en Italia os aprueban con la gorra”. Sin embargo una de las opiniones que más me ha marcado es la de mi Prima Inglesa, que no es inglesa pero es una trotamundos y hace poco también tuvo su Erasmus. Después de muchas horas hablando, preguntándole dudas y más dudas [algún día os cuento la hilarante conversación que tuvimos sobre el equipaje], un día, sin previo aviso, me llegó un mensaje suyo a las ocho de la mañana:
“Me he levantado en modo post-Erasmus y tenía que decirte que vas a pasar el mejor año de tu vida. Por si de todas las cosas que te han dicho nadie te había comentado esta.”

Con esto inicio la sesión que monopolizará el blog (o al menos eso preveo) el año que viene, aquello por lo que se titula de esta manera el Blog: Roma, un sueño de ida y vuelta.

miércoles, 15 de mayo de 2013

Madrid

Imagen robada de un FB desconocido que dice haberla tomado de un libro de los años 60.

Madrid es la capital. Mola.
Madrid es una ciudad grande. Mola.
Madrid tiene un clima horrible. Obviamente no mola.
Madrid no tiene playa. Definitivamente no mola.
Me gusta Madrid, es mi ciudad, y realmente no sé por qué me gusta porque hay ciudades mucho mejores, o gente que dice que lo son. Madrid es mía y es mi Madrid, y me gusta
Para mí Madrid es el centro, Madrid es el Museo del Prado, Madrid es pasear por el Retiro y comer algo de chocolate mientras ves a la gente sana hacer footing. Madrid es la Feria del Libro, Madrid son los chulapos y la Pradera el día de San Isidro, aunque no haya ido nunca. Madrid es ir a la pradera de San Isidro en el día homónimo con una tortilla de patata, porque así lo pintó Goya.
Madrid es muchas cosas, es el caos de pasear por la Gran Vía en Navidades, es Cortylandia, es pasar horas al día en el metro, es quedar en Sol y ya allí decidimos.
Madrid es un joder qué frío  en invierno y un la ostia, qué calor en verano, primavera y otoño son puntos medios en los que cada dos días hay calor abrasador o frío mortal con lluvia tocacojonera. Madrid es el desierto en agosto, porque no tendremos playa, pero tampoco gente.
Madrid es Neptuno y para algunos será Cibeles, Madrid son las fiestas de la Paloma y jamás tomarte las uvas en la puerta del sol porque eso es de provincianos.
No sé que tiene Madrid que no es ni Cuenca ni Zaragoza, tiene ese no sé qué que qué se yo que te vuelve loco. Ejque todos lo sabemos pero pocos lo decimos:
De Madriz al cielo. 

miércoles, 8 de mayo de 2013

La primavera

A todos nos gusta la primavera (salvo a los alérgicos), al menos eso era lo que pensaba antes de preguntar a varios especímenes de mi entorno y descubrir que no solo no es así, sino que estoy completamente equivocada. Sobra decir que a mí me gusta la primavera, me parece guay, chachi, molona.
 La primavera es sol, la primavera es azul, verde y amarillo, salpicados de colores brillantes. Primavera es el deshielo, primavera es dejar el abrigo en casa y sacar la manga corta, primavera es salir a dar un paseo, primavera es el Retiro y el primer helado en un soleado fin de semana. Primavera es que anochezca tarde y amanezca… ¿a quién le interesa la hora a la que amanece? La primavera es música de The Beatles mientras recorres la ciudad en moto, como una banda sonora de cine, primavera es fumarse una clase y pasar la tarde zangada al sol rodeada de botellines y gente haciendo chistes históricos. La primavera mola tanto que es Heidi. Sí, Heidi.
La primavera es el hielo bajando de las montañas, la primavera es la primera flor del año, la prímula, la primavera es la vuelta de las cabras a las montañas y Penélope Heidi gritando: “¡PEEEEEEEDROOOOO!"
Me gusta la primavera, la primavera mola tanto como Heidi.  En primavera pequeña V. se ha comido su primera tortilla y hace tan buen tiempo que podemos pasar la mañana jugando en el parque, aunque cuando me doy la vuelta para estornudar, mirar al cielo, o incluso pestañear, pequeña V. tiene a su alrededor un corro de gente aplaudiéndole mientras baila y canta ‘tutuá, tutuá’.
La primavera es tan genial como todo eso y más, como la imagen que ilustra la entrada y que no es la primavera pero lo parece y que, casualmente, me alegra la vida al verla cada día en mi salón.