jueves, 15 de agosto de 2013

Miedo

Angustia, terror, inquietud, llámalo X.
Estoy a poco más de un mes de irme a Roma, por fin, a lograr mi sueño y, hablando mal y pronto, estoy a-co-jo-na-da. En poco más de treinta días tengo que hacer (y aprobar con nota) los exámenes para conseguir una beca mediocre, preparar las cosas, despedirme de todo y lanzarme a una nueva y corta vida.
Estoy obsesionada, llevo pensando en Roma cada día desde hace más de un año, pero lo de ahora ha llegado a un punto alarmante. Me despierto pensando en Roma, ocho de cada diez frases llevan en ellas algo así como "cuando me vaya..." o "cuando esté en Roma..." y quince de cada catorce que pienso más de lo mismo. Hablo de Roma, pienso en Roma, como pensando en Roma y me acuesto hablando, escribiendo y pensando en Roma. Por las noches, cuando se supone que descanso, sueño con que llego allí y no soy capaz de hacerme entender, practico italiano en sueños.
Quedan millones de cosas por hacer, los malditos exámenes entre ellas, y hay momentos en los que el agobio y el terror me superan. ¿Terror? Sí, terror, terror a lo desconocido, a ir a vivir a un país donde no dominas el idioma, quieras que no, diferente al tuyo, donde no conoces a nadie y al fin y al cabo, vas a estar sola, vivir sola. Eso, para un adolescente de mi edad y generación, es el caos; recordad que somos los niños de la generación acomodada y perdida.
El terror se produce también al pensar en despedidas. Despedidas alegres y que ya han comenzado, como la que os comenté en el anterior post, pero las peores, las más duras, están por llegar. Despedirte de tus padres, de tus hermanos, de tus amigos más cercanos... O yo soy muy llorica o es a todos a los que se nos parte el alma solo de pensarlo.
¿De verdad es necesario?-piensas en un momento de cobardía- Quizá sería mejor que renuncie y me quede en España, todo sería más sencillo.
Pero lo piensas solo durante un fugaz segundo, porque deseas irte más que nada y sabes que no puedes dar marcha atrás.
Aún así me veo en casa, en una cafetería, en una discoteca abrazando a la persona de la que me tengo que despedir, llorando a mares, porque me aterra despedirme y saber lo mucho que les voy a echar de menos.
Estas son las palabras que muchos erasmus no se atreven a decir, que son valientes y lo guardan todo para dentro pero, en el fondo, en las noches, abrazados a su almohada, sueltan una lagrimilla pensando en todo lo que os acabo de contar.

sábado, 3 de agosto de 2013

Despedida a la romana

Me voy de Erasmus. Me voy a Italia, a Roma. Me voy diez meses a vivir a Roma.
Bien, todo esto yo lo tenía claro hace unas semanas. También tenía claro que iba a tener que despedirme de mi familia. Lo que ni se me había pasado por la cabeza es que mi familia iba a montarme una fiesta sorpresa, a la romana.
Estaba yo tan contenta, pasando la mañana con los tíos, primos, primos segundos, sobrino-nietos… lo que es una gran familia, tranquilamente, limpiando la piscina, riéndome, presumiendo de sobrina… cuando Pijiprofe me pide que le ayude a coger la bicicleta del garaje.
Con una caja en mano, me lleva hasta allí y buscamos la bicicleta “No te va a caber en el coche, para qué la quieres en Madrid si no montas, deberías venderla, que no la usas…” Hasta que me pone la caja en las manos y empieza a hurgar dentro con esa cara suya que pone y que yo sé que significa me estoy descojonando de ti cosa fina. Tras una muy fingida exclamación de sorpresa sonríe y dice: “¡Mira lo que hay aquí! Un disfraz, pues ya que está aquí te lo pones, ¿no?”
Tierra trágame.
Después de mucho negociar y fracasar estrepitosamente me veo vestida de gladiador (gorro incluido) volviendo al encuentro de mi gran familia que, vete tú a saber por qué, no encuentro.
“Vigila la paella que ahora vengo” Me dice mi hermana y desaparece.
Ahí estaba yo, vestida de gladiador, paleta en mano vigilando la paella, mientras miraba los banderines que habían colgado del sombraje. Del interior de la casa provenían risas mal disimuladas, gente mandando callar, más risas, comentarios jocosos y….
¿Eso que suena es Raffaela Carrá?
Y sí, efectivamente con los primeros compases de la música empieza a desfilar ante mí la familia, veinte personas de entre tres y ochenta años vestidos, desde las sandalias a la corona de laurel, dignamente para la ocasión.
Se habían disfrazado todos de romanos.
Después de muchas risas y nunca suficientes fotos me entregaron mi regalo, un kit Erasmus en toda regla, con todo lo necesario para sobrevivir a mi estancia. La botella de vino no duró ni veinte minutos.
En realidad la culpa de todo esto es mía, por inaugurar la tradición y celebrarle una fiesta sorpresa a la primera prima que se fue de Erasmus. Igual fue culpa mía que convencí a todos de vestirla de sevillana y hacerla bailar a ritmo de Manolo Escobar. Igual me guarda algo de rencor y por eso ha sido ella quien ha llevado la batuta de todo esto y me lo lleva ocultando más de un mes.
Esas reflexiones circulaban por mi cabeza mientras me veía arrastrada por media familia camino a la piscina. Dejé de pensar en ello pocos segundos después, que caer a la piscina completamente vestida y llevando encima un disfraz de gladiador (gorrito incluido), no me dejó espacio en la cabeza más que para tratar de salir a flote.

Cómo les voy a echar de menos.