jueves, 26 de septiembre de 2013

Cómo NO inculcar el aprecio al arte en tu descendencia.


Esta entrada también podría llamarse “Deja, idiota, que yo le enseño a tu hija” o “Cómo contener las ganas de asesinar durante hora y media de exposición”.
Sí, este es un post cultureta enfurecido contra algo ocurrido en un museo, lo siento.
Hace tiempo fui a la exposición del MNCARS sobre Dalí, sabía que iba a haber mucha gente, aunque fueran las cuatro de la tarde (lo de salir de casa en Madrid a las cuatro de la tarde en pleno julio es caso aparte). A pesar de ello no lo había asimilado del todo y, en lugar de alegrarme porque la gente se interesa por el arte, es un poco más culta y es posible que yo tenga algún futuro… acabé deseando asesinar a una decena de personas, harta de que me respiren en la nuca y parloteen sin parar.
En primer lugar, entiendo que haya mucha gente y entiendo que debían regalar prismáticos en la entrada para poder leer las cartelas pero, por favor, por favor, por favor, ¡no te plantes delante de la obra durante medio minuto para leerla! El resto de personas también quieren ver, aunque no se te haya pasado por la cabeza.
Es normal que pasen por delante porque no les apetezca dar un simple rodeo, es normal que se acerquen para ver algún detalle, incluso es normal que, con la cantidad de gente que hay en la sala, te arreen un bolsazo en plena nuca mientras tú estás tan tranquilo observando El gran masturbador…. Bueno, quizá eso no sea tan normal.
Pero sigamos, en segundo lugar, los culturetas que pululan por los museos generalmente me hacen mucha gracia, incluso me caen bien… hasta que me he encontrado con la peor pesadilla de la universidad en una larga exposición: Señoras mayores.
Aquellos que tengan o hayan tenido señoras mayores durante sus años universitarios no necesitarán que diga más. Y no, no me refiero como profesoras, sino como compañeras. Son lo peor que puedas encontrarte, se enfadan si les “quitas el sitio” (como niños), se pasan la clase parloteando entre ellas (como adolescentes) y no necesariamente en voz baja, y no paran de interrumpir la clase para hacer o 1: Preguntas absurdas que te hacen preguntarte cómo les han aceptado en la universidad, o 2: Comienzan con lo que parece que es una pregunta, pero acaba siendo una batallita o historia de su juventud/familia/queja de que como es tan mayor no puede hacer cualquier cosa.
Imaginaos mi pesadilla al tener durante una hora y media un grupito pegado a mi trasero, mitad cultureta mitad maruja de señoras.
Y no digo más que me enervo. Así que voy a enervarme un poquito más y hablaros de lo que más me ha indignado de todo (sí, es posible). Un hombre, un hombre cualquiera con su hija, una niña encantadora que despertó mi instinto maternal inexistente, o las ganas de comérmela, cuando observaba enormemente interesada las obras.
 El problema llegó cuando le preguntó una duda a su padre Papá, ¿y este cuadro qué significa? Yo me derretí ahí mismo, mirando embobada como una pequeñaja de no más de siete años no sólo se preocupaba de que fuera bonito sino de buscarle un significado a una obra surrealista.  Claro, que el padre no tardó en estropearlo con su respuesta. Y yo qué sé, hija. Esto del arte moderno no tiene sentido ninguno.
Y la niña, tomando la palabra de su padre como verdad universal, desvió la mirada y continuó andando por la sala.
Esa niña va a tener en la cabeza si no siempre, durante muchos años, que el arte moderno no tiene sentido, porque su padre se lo ha dicho y no habrá nadie que se lo explique correctamente. Esa niña no crecerá disfrutando el arte y solo si se topa con algún profesor molón que le inculque el gusto, o simplemente se lo explique, o quizá un guía de estos que enamoran, posibilidades mínimas, acabe entendiéndolo.
La que no entiende lo ocurrido soy yo, porque no entiendo que el padre desprecie un grupo de obras que está visitando ¡en una exposición temporal! Una exposición temporal que además no es parte de esa “ruta obligada” de museos cuando uno hace turismo. Si estaba allí se suponía que era porque tenía algún interés particular, no entiendo que fuera (además pagando una cantidad considerable que costaba la entrada) si ni le interesaba ni iba a hacer un esfuerzo por comprenderlo.

Éste sólo fue uno de los muchos, padres, madres, incluso profesores, uno de los muchos culpables, entre los que me incluyo, de que la gente desprecie el “arte moderno”, solamente por desconocimiento. Y me avergüenzo profundamente de ello.

sábado, 21 de septiembre de 2013

Crónica de un primer día

Despedida de Pijiprofe, marido y Pequeña V. en casa. La princesa está resfriada, ronca y muy mimosa, se pasa más de diez minutos sentada en mi regazo y apenas habla. Llora mucho a la hora de merendar pero flojito, porque le duele, a mí se me cae el alma.
Al despedirnos la abrazo, abrazo a Pijiprofe y ella dice que me vaya ya, que va a llorar. Es entonces cuando yo lloro y me abraza con V. en brazos. Justo antes de entrar en el coche veo a pequeña V. diciendo adiós y haciendo el gesto con la mano, me ve llorar y empieza a hacer pucheros.
Cargada con tres maletas llego al aeropuerto, el tiempo pasa, no me doy cuenta que son los últimos minutos. Llega la hora y empiezo a llorar antes de dar el primer abrazo. Definitivo, soy una llorica.
Lo más divertido del avión son los dos sexagenarios que se sientan a mi lado. La mujer señala y avisa a medio pasaje cada vez que ve un avión, despegando y aterrizando en un aeropuerto imagínense cómo acabaron mis nervios.
Lo de los conductores de Roma ya es otro tema aparte, solo digo que con razón se les llama autista, debe estar en el contrato lo de ser borde y estúpido (no así de los taxistas, o al menos con el que me he topado, un muchacho encantador con los dientes más relucientes que he visto nunca). Cargo durante veinte minutos con cuarenta kilos de equipaje, porque me pierdo de camino al hostal de mala muerte en el que paso la noche. Sí, porque no duermo, con los ronquidos de los vecinos, ni con los chillidos de la gente de la calle. La noche se hace eterna.

En realidad todo esto no me importa, porque ahora, veinticuatro horas después de despegar de Madrid, apenas puedo creer que tenga mi casa en Roma, con compañero de piso cantante de ópera-ducha incluido.

viernes, 20 de septiembre de 2013

Las miles de cosas que echaré de menos

Mi cama. Mi televisión vieja, casi tanto como el euro. Mi portátil que no funciona. Mi pato de porcelana roto. Mi corcho lleno de recuerdos inconexos. Mis estanterías.
Resulta absurdo que vaya a echarlos de menos, que de todas las cosas que entrañaré, los libros sean una de ellas. Están colocados en orden, por autor, género, gusto personal, tema y espacio. Si alguien mueve uno de sitio lo sabré al instante, podrías decirme que has cogido el decimosegundo de la segunda balda de la derecha y sabría cuál es antes de verlo. Me voy sin libros, quizá con dos simbólicos porque no puedo resistirlo, me siento desnuda sin ellos, coja.
El agua de Madriz, mi calle, la palmera frente a mi ventana y se avión de juguete que lleva en el tejado tantos años que ya está deshaciéndose, los gritos del vecino. No, eso sí que no lo echaré de menos.
Mi ducha, solo para mí, con mi colección de botes de champú vacíos, mi bidet lleno de libros que olvido devolver a los estantes, esa colonia que compró mi hermana con quince años y que ninguna de las dos hemos usado, ni tirado. Son tantas cosas las que echaré de menos sin darme cuenta que no puedo enumerarlas.
Discutir con mis padres, esas cosquillas que duelen, estar siempre enfadada con mi hermana, las lentejas.
Hoy sale mi vuelo. Volveré, en relativamente poco tiempo, y aún así para e polluelo el primer vuelo fuera del nido le parece algo abismal, gigantesco. A estas horas estaré en el aeropuerto, con tres maletas al hombro, lentejas en el estómago y rezando porque mis amigas no vayan a despedirme con una pancarta hecha de bragas.

¿Las cosas que echaré de menos? Las llevo conmigo, en mi mente, en mi cabeza, donde más a salvo están.

jueves, 12 de septiembre de 2013

Conversaciones futboleras


En casa el fútbol es el deporte rey, junto con el silloning. A mi padre y a mí nos encanta, mi madre… ni lo comprende ni lo comparte, dejémoslo ahí. Supongo que sí sabe lo que es un fuera de juego, ha tenido que ver demasiados partidos como para no saberlo, pero ahí se acaba su conocimiento: Raúl, Cristiano y Casillas Madrid, Messi Barça y el blanquito ése del Barça es español, que ya se lo explicamos una vez.
Como comprenderéis, cuando trato de seguir un partido la conversación acaba siendo casi surrealista, desternillante. El otro día (ya estudiaré otro día el fenómeno de utilizar esa expresión para referirnos a cualquier momento de los últimos tres años) estábamos viendo la Supercopa de Europa Chelsea-Bayern y ella quería enterarse de qué iba la cosa.
-El niño…. *De fondo en la TV*
-¿Juega Torres?
- Sí, en el Chelsea.
-Ah, los de rojo.
-No. Los de azul.
-Pero tú tienes una camiseta de Torres roja. ¿Es la segunda camiseta? [Porque un jugador no puede cambiarse de equipo, claro está]
-No, es que antes jugaba en el Liverpool.
-Y esos iban de rojo.
-Sí.
[Tiempo después, sigo intentando ver el partido] –Ése es Mourinho, ¿no?
-Sí.
-Que ya no está en el Madrid.
-No, ahora está en el mismo equipo que Torres.
-En el Liverpool.
-No… En el Chelsea
-Ah, es verdad.
-Y el otro es Guardiola, el del Barça [Ilusa de mí, pienso que explicarle que también entrena Guardiola le aclarará las cosas]
-Ya, ya sé que ahora no está en el Barça. Va con los de azul.
-Que no… [Invoco a la paciencia] Es el entrenador del Bayern, los de rojo.
-Y ahí no juega Torres.
-No, ahí no.
-Claro, va con los de azul, que te crees que no me entero.
[Risas] –Ya sé que te enteras, mamá.
[Un tiempo después, ver el partido en silencio debe estar sobrevalorado para mi madre y lleva un rato reflexionando en silencio]
-Pues a mí no me gusta que Mourinho se haya ido a Alemania.
-Mamá, Mourinho es del Chelsea.
-Pues eso.
-¿Y de dónde es el Chelsea?
-De Alemania. [¿Conocéis ese tono que se utiliza para las frases lapidarias? Pues ése]
-¡No! [No te rías, no te rías] El Chelsea es de Londres.
-No puede ser, porque jugaba un equipo alemán y el otro no es, que son los rojos.
-Te estás armando un jaleo que ni mi armario.
-A ver, Manchester está en Reino Unido, que lo sé porque es ahí donde se va tu prima.
[¿¡CÓMO!?]
-Mamá, ¿Qué pinta el Manchester aquí?
-¿No juega?
-¡No! Es el Bayern de Múnich. Múnich, A-le-ma-nia.
-Ahhh… Esto está más claro.
-Menos mal…
-¿Y son los de rojo, no?
-Sí.
-Y los otros son los de azul, que es el Chelsea que es donde juega Torres.
-Y entrena Mourinho.
-Que no, que está con los alemanes, no me líes.

El partido más estresante y divertido de mi vida.

jueves, 5 de septiembre de 2013

Silencio

Imagen de Lora Zombie en la Mart Gallery de San Petesburgo.

El silencio es la discreción, el mimetismo, la nada.
El silencio es algo absurdo que no se valora hasta que se tiene, o se deja de tener.
El silencio es difícil de encontrar y más aún de mantener.
Silencio es sinónimo de noche, insomnio, gente desvelada en camisón, una luz encendida y, escucha: ... Nada.
El silencio no existe durante el día, no existe en la ciudad ni tampoco en el campo. Los aparatos suenan, los coches rugen, los animales gorjean y los hombres, los hombres son los peores.
El silencio no existe en la playa, con el grito de las olas; no existe en la noche, con el ronco respirar de algún vecino; no existe en ningún sitio.
No existe el silencio en las bibliotecas, ni en los funerales, ni siquiera en tu cabeza utilizando tapones, tu propio cuerpo hace demasiado ruido.
El silencio es tan escaso que, cuando se produce, la paz invade la mente y el cuerpo se relaja, calma. O sucede exactamente todo lo contrario, tu cuerpo reacciona alerta; tu mente, unos segundos después, peligro.

jueves, 15 de agosto de 2013

Miedo

Angustia, terror, inquietud, llámalo X.
Estoy a poco más de un mes de irme a Roma, por fin, a lograr mi sueño y, hablando mal y pronto, estoy a-co-jo-na-da. En poco más de treinta días tengo que hacer (y aprobar con nota) los exámenes para conseguir una beca mediocre, preparar las cosas, despedirme de todo y lanzarme a una nueva y corta vida.
Estoy obsesionada, llevo pensando en Roma cada día desde hace más de un año, pero lo de ahora ha llegado a un punto alarmante. Me despierto pensando en Roma, ocho de cada diez frases llevan en ellas algo así como "cuando me vaya..." o "cuando esté en Roma..." y quince de cada catorce que pienso más de lo mismo. Hablo de Roma, pienso en Roma, como pensando en Roma y me acuesto hablando, escribiendo y pensando en Roma. Por las noches, cuando se supone que descanso, sueño con que llego allí y no soy capaz de hacerme entender, practico italiano en sueños.
Quedan millones de cosas por hacer, los malditos exámenes entre ellas, y hay momentos en los que el agobio y el terror me superan. ¿Terror? Sí, terror, terror a lo desconocido, a ir a vivir a un país donde no dominas el idioma, quieras que no, diferente al tuyo, donde no conoces a nadie y al fin y al cabo, vas a estar sola, vivir sola. Eso, para un adolescente de mi edad y generación, es el caos; recordad que somos los niños de la generación acomodada y perdida.
El terror se produce también al pensar en despedidas. Despedidas alegres y que ya han comenzado, como la que os comenté en el anterior post, pero las peores, las más duras, están por llegar. Despedirte de tus padres, de tus hermanos, de tus amigos más cercanos... O yo soy muy llorica o es a todos a los que se nos parte el alma solo de pensarlo.
¿De verdad es necesario?-piensas en un momento de cobardía- Quizá sería mejor que renuncie y me quede en España, todo sería más sencillo.
Pero lo piensas solo durante un fugaz segundo, porque deseas irte más que nada y sabes que no puedes dar marcha atrás.
Aún así me veo en casa, en una cafetería, en una discoteca abrazando a la persona de la que me tengo que despedir, llorando a mares, porque me aterra despedirme y saber lo mucho que les voy a echar de menos.
Estas son las palabras que muchos erasmus no se atreven a decir, que son valientes y lo guardan todo para dentro pero, en el fondo, en las noches, abrazados a su almohada, sueltan una lagrimilla pensando en todo lo que os acabo de contar.

sábado, 3 de agosto de 2013

Despedida a la romana

Me voy de Erasmus. Me voy a Italia, a Roma. Me voy diez meses a vivir a Roma.
Bien, todo esto yo lo tenía claro hace unas semanas. También tenía claro que iba a tener que despedirme de mi familia. Lo que ni se me había pasado por la cabeza es que mi familia iba a montarme una fiesta sorpresa, a la romana.
Estaba yo tan contenta, pasando la mañana con los tíos, primos, primos segundos, sobrino-nietos… lo que es una gran familia, tranquilamente, limpiando la piscina, riéndome, presumiendo de sobrina… cuando Pijiprofe me pide que le ayude a coger la bicicleta del garaje.
Con una caja en mano, me lleva hasta allí y buscamos la bicicleta “No te va a caber en el coche, para qué la quieres en Madrid si no montas, deberías venderla, que no la usas…” Hasta que me pone la caja en las manos y empieza a hurgar dentro con esa cara suya que pone y que yo sé que significa me estoy descojonando de ti cosa fina. Tras una muy fingida exclamación de sorpresa sonríe y dice: “¡Mira lo que hay aquí! Un disfraz, pues ya que está aquí te lo pones, ¿no?”
Tierra trágame.
Después de mucho negociar y fracasar estrepitosamente me veo vestida de gladiador (gorro incluido) volviendo al encuentro de mi gran familia que, vete tú a saber por qué, no encuentro.
“Vigila la paella que ahora vengo” Me dice mi hermana y desaparece.
Ahí estaba yo, vestida de gladiador, paleta en mano vigilando la paella, mientras miraba los banderines que habían colgado del sombraje. Del interior de la casa provenían risas mal disimuladas, gente mandando callar, más risas, comentarios jocosos y….
¿Eso que suena es Raffaela Carrá?
Y sí, efectivamente con los primeros compases de la música empieza a desfilar ante mí la familia, veinte personas de entre tres y ochenta años vestidos, desde las sandalias a la corona de laurel, dignamente para la ocasión.
Se habían disfrazado todos de romanos.
Después de muchas risas y nunca suficientes fotos me entregaron mi regalo, un kit Erasmus en toda regla, con todo lo necesario para sobrevivir a mi estancia. La botella de vino no duró ni veinte minutos.
En realidad la culpa de todo esto es mía, por inaugurar la tradición y celebrarle una fiesta sorpresa a la primera prima que se fue de Erasmus. Igual fue culpa mía que convencí a todos de vestirla de sevillana y hacerla bailar a ritmo de Manolo Escobar. Igual me guarda algo de rencor y por eso ha sido ella quien ha llevado la batuta de todo esto y me lo lleva ocultando más de un mes.
Esas reflexiones circulaban por mi cabeza mientras me veía arrastrada por media familia camino a la piscina. Dejé de pensar en ello pocos segundos después, que caer a la piscina completamente vestida y llevando encima un disfraz de gladiador (gorrito incluido), no me dejó espacio en la cabeza más que para tratar de salir a flote.

Cómo les voy a echar de menos.

domingo, 28 de julio de 2013

Conviviendo con la pequeña V.

Crónica de una madrina amateur: Conviviendo con la pequeña V.

El descanso estival de universidades y colegios me ha permitido pasar unos días conviviendo con pequeña V en estado puro. Y eso da para mucho, para muchas anécdotas y muchos post.
No se engañen, queridos abuelos, tíos, primos, amigos… aunque vean a un niño seis horas al día cinco días en semana eso no implica que conozcan al niño en cuestión, en absoluto. He descubierto que mi sobrina es un monstruito totalmente diferente del que me imaginaba. Sí, sí, monstruito, y pongo el diminutivo porque ya han pasado unos días desde que me separé de ella y se me ha pasado el susto.
Un niño en su hábitat natural es algo nuevo, desconocido para todo el mundo salvo para sus padres. Pequeña V. en su hábitat natural es más hiperactiva de lo normal, más inquieta, mucho más parlanchina y hasta creo que corre más rápido.

Después de estos días de convivencia tengo una total certeza: tengo que mejorar mucho si quiero ser una buena madre. ¿Habéis visto por la calle a esas madres despeinadas, con pinta de locas que berrean como si les fuera la vida en ello a sus churumbeles? Pues me he convertido en una de ellas. Y sin ser madre, ole. 
Un día, después de más de cuatro días de convivencia continua, de “Me subo en el sofá porque me da la gana y puedo, tata”  de “Que yo solo como salchichas, la fruta pa’ ti, guapa”  y “¡Montemos un circuito de F1 en el borde de la piscina!” Madrina amateur (yo) no podía ya más, así que en un arranque de instinto animal, así como de mono de feria de V. me vi a mí misma desde fuera, gritando desgañitada ¡¡¡¡¡¡¡V. QUE TE VAS A MATAAAAAAAAAAAR!!!!! En un vocerío tal que juro que los vecinos del pueblo de enfrente aún siguen preguntándose qué ha pasado. La planta a la que pequeña V. se subió está bien, gracias, un poco tronchada y atemorizada ante un nuevo ataque de la niña mono… pero conserva al menos la mitad de sus ramas.

No todos son momentos malos, desde luego, también hay momentos de perder baba de litro en litro, como cuando se despierta cantando ‘Estrellita’ o ‘Chinita de amol’ y también momentos de risa total. Los de risa son siempre graciosos, solo que hay momentos en los que se ríe ella y otros en los que te ríes tú.
¿Los que se ríe ella? Pues estuvo el día en el que tú, inocente de ti, despistada y con mucha prisa, sales a la terraza agachada, sin percatarte que la persiana está más bajada de lo que creías y….
¡PUM!
Una bonita marca roja en la frente para el día entero y el cachondeo de tu adorada sobrina, que cada minuto y medio te mira la frente y dice:
-¡Tata!
-Dime.
*señalando la persiana* ¡Pum!
Y así cada minuto y medio durante dos laaaargos días.

Los momentos en los que me río yo me parecen muchísimo más graciosos, pongámonos en situación: A V. le encanta la piscina, la llama ‘pina’ y se pasa el día rogando porque le dejen bañarse en una pequeñita que tiene en la terraza. Un buen día, estando Pijiprofe y yo trasteando por la casa después de sacar a rastras a la niña de la piscina, bañarla, vestirle y peinarle (pongámosle un tiempo de unos 40 minutos y una niña reluciente como los chorros), ambas hermanas oímos un plas, plas extraño en la terraza.
Raudas como el rayo nos dirigimos al lugar del sonido, tras descubrir que pequeña V. se ha esfumado en el aire, y  allí nos encontramos con una sorpresa mayúscula..
 V. sentada en la piscina, con su pijamita de Mickey, su pañal, sus zapatos, arregladita como nunca y con la raya al lado, metida en la piscina y chorreando hasta las orejas.
Después de recuperarnos del susto y antes de sufrir un agudo ataque de risa, Pijiprofe mira a la niña y le pregunta:
-Pero V, ¿qué haces?
Ella, como si fuera lo más obvio del mundo la mira y contesta:
-Mama, a pina, plas plas.

Efectivamente pequeña V, no sé cómo no nos habíamos dado cuenta.

lunes, 10 de junio de 2013

En busca del tiempo perdido

Inteligencia? ¿Eres tú?
¿Inteligencia, estás ahí?
Te he oído, aparece, sé que estás ahí, puedo notar tu presencia.
Inteligencia, sal ya.
Por favor.
Inteligencia…
¿Inteligencia?
¿Dónde te has metido?
Ya basta, no es una broma.
Asoma la cabeza, inteligencia, no voy a hacerte nada.
¡Sal ya!
¿Inteligencia?

…Silencio.

martes, 4 de junio de 2013

Crónica de una madrina amateur: Pompas

A todo niño le gustan las pompas, eso es un hecho conocido por todos. Es lógico que a pequeña V. le gusten las pompas.
Lo descubrimos ayer, cuando dos niñas del parque estaban jugando con ellas y pequeña V. las vio por primera vez. Sería bastante acertado decir que entró en éxtasis.
Lo que no me esperaba en absoluto es que las pompas me hicieran tan feliz a mí también. Me chiflan, me encantan y me encanta más que no lo recordara. Tan solo soplar y que salgan pompas, un par, una decena, varias... Se me dibuja la sonrisa tonta.
Antes de darme cuenta me descubro sentándome en el suelo, agachando la cabeza y soplando hacia arriba para que suban, suban y vuelen lo más alto posible, antes de estallar en un arcoiris.
Huelga decir que el efecto no sería el mismo si no tuviera a V. a mi lado. Adora las pompas, quizá porque son la novedad, o quizá no. Tan solo en un día ya ha aprendido a decir pompah, aunque no dice pompas, sino que marca mucho las labiales y la 's' se la come. Más, más, repite una y otra vez, intenta soplar pero lo hace desde demasiado lejos y lo cierto es que le dan un poco de miedo, porque cuando las pompas van hacia ella retrocede un poco.
Hoy las pompas y pequeña V. me han regalado la imagen más bonita que recuerdo, más incluso que esa que cambió mis estudios y también mi vida, más incluso que todas esas imágenes que me han hecho ser como soy.
Imaginaos, pequeña V. aunque no sepáis cómo es, parada ante vosotros, el rostro expectante, la sonrisa imborrable, los ojos brillantes... y una cara de sorpresa absoluta, a medio camino de la risa, cuando una pompa se dirige hacia ella y aterriza formando un arcoiris justo en su nariz.

domingo, 2 de junio de 2013

El bolso de Mary Poppins


Nunca subestimes la capacidad del bolso de una mujer. Jamás.

Los bolsos de mujer me fascinan, me atraen y me hacen pensar mucho sobre ellos, quizá sea la fuerza gravitatoria.
¿Os habíais fijado alguna vez cuánto pesa el bolso de una mujer? Seguro que sí. Y después habéis preguntado, inocentemente: ¿Qué llevas aquí? He acertado, ¿verdad? Pues también sé la respuesta que os dijo la mujer en cuestión. Nada…

Exactamente. Después de coger un bolso que pesa por lo menos 18 kilos y te has dejado riñón y medio cuando, sin un aviso, ni tan siquiera un árbol va,  te lo ha dejado caer en la muñeca… después de eso te dice que no lleva “nada”.

Ante tu cara de incredulidad seguramente abra un poco el bolso, pero solo un poco, y diga: No llevo nada, las gafas de ver con su funda, las de sol, un paquete de pañuelos, 9 bolígrafos, un sacapuntas, estuche completo de maquillaje, tres barras de labios, una libreta por si tengo que apuntar algo, un chal por si refresca, Los pilares de la tierra para leer en el metro…. Ah, y el monedero.

Nunca le volveréis a preguntar a una mujer por qué le pesa tanto el bolso. Pero no os preocupéis, yo era de esa raza, era como vosotros. Me preguntaba muy seriamente por qué llevaban bolsos tan grandes, qué iban a meter con tanto espacio, para qué necesitaban tantas cosas, si con el monedero, los pañuelos y el abono transporte ya valía… Eso pensaba yo, inocente de mí hasta que un día, sin previo aviso: ¡FLOP!
Me abdujeron.

Ahora yo también llevo nada en el bolso y me pesa por lo menos tres quintales, yo también soy capaz de sacar dos barras de labios y un gloss pero no un plano del metro. La última vez que me pidieron papel para apuntar estuve diecisiete minutos rebuscando en mi maxi-bolso superfashion. Después de sacarles catorce bolígrafos, un ordenador portátil y el set completo de accesorios del baby feber tuve que arrancarme la etiqueta de las bragas para que no me tomaran como una idiota.

No sé si lo conseguí…

martes, 28 de mayo de 2013

Un sueño de ida y vuelta

Me enamoré de Roma hace dos años. Roma me gustaba, me interesaba, sabía que era preciosa e histórica y que me iba a encantar, pero no la conocía.
Conocí Roma un muy caluroso día de junio, acompañada de un séquito de compañeros de instituto, algunos grandes amigos, algunos que ni siquiera conocía sus nombres, estuvimos dos horas esperando en el aeropuerto porque perdieron una maleta. Nunca olvidaré ese día.
Al bajar del autobús y pisar Roma recuerdo que estaba totalmente insoportable, incluso llegaron a decirme que me calmara, que debía relajarme porque no me aguantaban. Quería verlo todo, quería verlo ya y el grupo iba demasiado lento, no podía esperar.
Dos días después visité el sitio que [literalmente] me cambió la vida.
Hoy, dos años después, sé desde hace meses que volveré a Roma. No haré una visita exprés, no, me voy allí a vivir. Vivir en Roma. Ni siquiera soy capaz de creerlo.
Serán diez meses, que se harán muy largos y a la vez muy cortos, un Erasmus que sé que no voy a olvidar.
Lo cierto es que no me han regalado [esa infame] beca, sino que he luchado por conseguirla. He luchado mucho, más de lo que creí que sería capaz. Pasé el verano estudiando, preparándome el idioma, dispuesta a ser mejor que los demás. La primera mitad del curso la pasé estudiando la carrera, estudiando italiano e inglés [por si acaso]. Fue duro, fue muy duro y es ahora, casi un año después de que comenzara todo ese esfuerzo, que me está pasando factura. Había veces que sentía que no podía más, que llegaba a casa de trabajar y tenía que hacer trabajos de la universidad, que mis pocos días de descanso los pasaba trabajando e incluso mis adorables jefes decidían que, de vez en cuando, no importaba que perdiera clase para trabajar un día más. Sólo una cosa me daba fuerzas para seguir.
Lo conseguí.
Parecía que todo había terminado, pero los problemas no había hecho más que empezar. Tuve que dejar el trabajo, tenía más asignaturas de las que debiera en la universidad y no daba [doy] de sí. Los problemas con la matrícula italiana se sucedían y parecía imposible encontrar una habitación para vivir que costara menos de medio millón al mes. El caos Erasmus no había hecho más que empezar.
Desde que decidí que quería irme de Erasmus, más bien que quería irme a Roma, he recibido muchos comentarios y he leído al menos la mitad de cosas que circulan en la red sobre el tema, que no son pocas.
Hay mucho tópico típico, desde “vaya, vaya, así que orgasmus…” hasta “qué bien, un año de fiesta en fiesta y sin estudiar, que en Italia os aprueban con la gorra”. Sin embargo una de las opiniones que más me ha marcado es la de mi Prima Inglesa, que no es inglesa pero es una trotamundos y hace poco también tuvo su Erasmus. Después de muchas horas hablando, preguntándole dudas y más dudas [algún día os cuento la hilarante conversación que tuvimos sobre el equipaje], un día, sin previo aviso, me llegó un mensaje suyo a las ocho de la mañana:
“Me he levantado en modo post-Erasmus y tenía que decirte que vas a pasar el mejor año de tu vida. Por si de todas las cosas que te han dicho nadie te había comentado esta.”

Con esto inicio la sesión que monopolizará el blog (o al menos eso preveo) el año que viene, aquello por lo que se titula de esta manera el Blog: Roma, un sueño de ida y vuelta.

miércoles, 15 de mayo de 2013

Madrid

Imagen robada de un FB desconocido que dice haberla tomado de un libro de los años 60.

Madrid es la capital. Mola.
Madrid es una ciudad grande. Mola.
Madrid tiene un clima horrible. Obviamente no mola.
Madrid no tiene playa. Definitivamente no mola.
Me gusta Madrid, es mi ciudad, y realmente no sé por qué me gusta porque hay ciudades mucho mejores, o gente que dice que lo son. Madrid es mía y es mi Madrid, y me gusta
Para mí Madrid es el centro, Madrid es el Museo del Prado, Madrid es pasear por el Retiro y comer algo de chocolate mientras ves a la gente sana hacer footing. Madrid es la Feria del Libro, Madrid son los chulapos y la Pradera el día de San Isidro, aunque no haya ido nunca. Madrid es ir a la pradera de San Isidro en el día homónimo con una tortilla de patata, porque así lo pintó Goya.
Madrid es muchas cosas, es el caos de pasear por la Gran Vía en Navidades, es Cortylandia, es pasar horas al día en el metro, es quedar en Sol y ya allí decidimos.
Madrid es un joder qué frío  en invierno y un la ostia, qué calor en verano, primavera y otoño son puntos medios en los que cada dos días hay calor abrasador o frío mortal con lluvia tocacojonera. Madrid es el desierto en agosto, porque no tendremos playa, pero tampoco gente.
Madrid es Neptuno y para algunos será Cibeles, Madrid son las fiestas de la Paloma y jamás tomarte las uvas en la puerta del sol porque eso es de provincianos.
No sé que tiene Madrid que no es ni Cuenca ni Zaragoza, tiene ese no sé qué que qué se yo que te vuelve loco. Ejque todos lo sabemos pero pocos lo decimos:
De Madriz al cielo. 

miércoles, 8 de mayo de 2013

La primavera

A todos nos gusta la primavera (salvo a los alérgicos), al menos eso era lo que pensaba antes de preguntar a varios especímenes de mi entorno y descubrir que no solo no es así, sino que estoy completamente equivocada. Sobra decir que a mí me gusta la primavera, me parece guay, chachi, molona.
 La primavera es sol, la primavera es azul, verde y amarillo, salpicados de colores brillantes. Primavera es el deshielo, primavera es dejar el abrigo en casa y sacar la manga corta, primavera es salir a dar un paseo, primavera es el Retiro y el primer helado en un soleado fin de semana. Primavera es que anochezca tarde y amanezca… ¿a quién le interesa la hora a la que amanece? La primavera es música de The Beatles mientras recorres la ciudad en moto, como una banda sonora de cine, primavera es fumarse una clase y pasar la tarde zangada al sol rodeada de botellines y gente haciendo chistes históricos. La primavera mola tanto que es Heidi. Sí, Heidi.
La primavera es el hielo bajando de las montañas, la primavera es la primera flor del año, la prímula, la primavera es la vuelta de las cabras a las montañas y Penélope Heidi gritando: “¡PEEEEEEEDROOOOO!"
Me gusta la primavera, la primavera mola tanto como Heidi.  En primavera pequeña V. se ha comido su primera tortilla y hace tan buen tiempo que podemos pasar la mañana jugando en el parque, aunque cuando me doy la vuelta para estornudar, mirar al cielo, o incluso pestañear, pequeña V. tiene a su alrededor un corro de gente aplaudiéndole mientras baila y canta ‘tutuá, tutuá’.
La primavera es tan genial como todo eso y más, como la imagen que ilustra la entrada y que no es la primavera pero lo parece y que, casualmente, me alegra la vida al verla cada día en mi salón. 


martes, 23 de abril de 2013

Feliz Día del Libro


NO TE DETENGAS

No dejes que termine el día sin haber crecido un poco,
sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.
No te dejes vencer por el desaliento.
No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte,
que es casi un deber.
No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario.
No dejes de creer que las palabras y las poesías
sí pueden cambiar el mundo.
Pase lo que pase nuestra esencia está intacta.
Somos seres llenos de pasión.
La vida es desierto y oasis.
Nos derriba, nos lastima,
nos enseña,
nos convierte en protagonistas
de nuestra propia historia.
Aunque el viento sople en contra,
la poderosa obra continúa:
Tu puedes aportar una estrofa.
No dejes nunca de soñar,
porque en sueños es libre el hombre.
No caigas en el peor de los errores:
el silencio.
La mayoría vive en un silencio espantoso.
No te resignes.
Huye.
"Emito mis alaridos por los techos de este mundo",
dice el poeta.
Valora la belleza de las cosas simples.
Se puede hacer bella poesía sobre pequeñas cosas,
pero no podemos remar en contra de nosotros mismos.
Eso transforma la vida en un infierno.
Disfruta del pánico que te provoca
tener la vida por delante.
Vívela intensamente,
sin mediocridad.
Piensa que en ti está el futuro
y encara la tarea con orgullo y sin miedo.
Aprende de quienes puedan enseñarte.
Las experiencias de quienes nos precedieron
de nuestros "poetas muertos",
te ayudan a caminar por la vida
La sociedad de hoy somos nosotros:
Los "poetas vivos".
No permitas que la vida te pase a ti sin que la vivas ...


Este magnífico poema de Paul Whitman me sirve perfectamente para ilustrar una entrada como la del día de hoy. Es una cita que me ha puesto los pelos de punta, me ha encerrado en su mundo, en esa burbuja que crean los buenos poemas, me ha hecho soltar una lagrimilla.
Hoy, día del libro, me han regalado un libro, no lo esperaba en absoluto, me ha tomado por sorpresa, y me ha encantado. Hoy Pijiprofe, que me conoce como nadie, ha acertado en todo, en devolverme a la infancia con la tradición, ya perdida en la familia, de regalarnos un libro en San Jordi; en la cita escogida, que ya me ha emocionado sin leer el poema completo; en el poema escogido, un poema que no conocía de un autor que desconocía su existencia; y con el libro, que llevaba meses detrás de él y estaba a punto de comprármelo, pero por casualidades del destino no lo había hecho.
Hoy mi hermana me ha devuelto un poco más el placer de la lectura, el placer de regalar un libro y de saber lo que se siente cuando te regalan uno con cariño, bien escogido, pensando en ti.
Feliz día del libro, lectores.


PD: El libro es El maestro del Prado, y no puedo esperar a leerlo.

sábado, 20 de abril de 2013

El amor pica


El amor pica. El amor pica mucho. El amor es algo que se te mete entre la ropa y empiezas a notar, como un leve cosquilleo que o puedes evitar rascar.
El amor es como una picadura de mosquito, cuanto más lo rascas, más pica.
Al principio te pica en el dorso de la mano, en la muñeca, en el empeine del pie derecho. Lo ignoras, lo ignoras un poco más y lo sigues ignorando, pero sigue ahí, no se va y es una comezón muy parecida a cuando alguien a quien no ves te está mirando.
El amor es algo que no se rasca, aunque lo intentes, intentas rascarlo, sacártelo de encima, pero no para, sino que cuanto más crees que rascas más aumenta y enrojece y… se traslada.
El amor se traslada de un lado al otro de tu cuerpo, de ese dorso de la mano pasa a la boca, y ya no pica, sino que acaricia, está ahí y no está, sobre tus labios, sin que lo sientas.
¿No sientes el amor? Hay alguien mirando, gírate.
No lo has visto, lo sé, pero el amor te estaba mirando.
El amor acaricia, te mira y pica. A veces te pica incluso cuando no está.
El amor es como los piojos, es hablar de él y lo sientes en tu cabeza, tanto que tienes que rascarte, no puedes evitarlo, lo tienes encima. Solo que no lo tienes, pero te lo imaginas.
El amor muerde.
No te prepares, no pongas cara de dolor, el amor muerde, pero cuando menos te lo esperas.
Bueno, puede que a veces sí que muerda cuando lo estés esperando.
Otras veces el mordisco del amor es más sutil, cuando no te lo esperas, donde no te lo imaginas, se desliza por tu cuerpo cuando estás entretenido, pensando en cosas que no tienen nada que ver con el amor. Y te muerde.
Como un mosquito.
Como un piojo.
Lo malo es cuando el amor es tan sutil que no puedes verlo, o se ha hecho tan visible que te has acostumbrado a ignorarlo. Eso es malo. ¿Por qué es malo? Porque cuando menos te lo esperes te picará, te morderá y tú no podrás evitarlo.
Ya se habrá metido dentro de tu piel.


martes, 16 de abril de 2013

Me voy a dar a la vida bohemia.


Recorrer el mundo en una vespa, parloteando frases sueltas en una decena de idiomas, ganarte la vida con la mochila al hombro, haciendo de guía en los mejores museos del mundo. Sin identificación, sin contrato, siendo un alentador de cultura de contrabando.

Comer un crêpe sentado en un banco junto a los Campos Elíseos, morir de frío contemplando la fachada del Reichstag en Berlín, robar un tulipán en Ámsterdam y reír mirando al infinito apoyado en un dragón en Barcelona.
Sentarte en un parque a escuchar como un desconocido toca el violín en algún lugar cercano, observar a un pintor callejero. Pasar las noches en un garito oscuro rodeado de gente pintoresca mientras un hombre no tan borracho como piensas recita una poesía en un escenario.
Aprender a tocar el piano, a perderle el miedo a lo desconocido, hacer de alguien que te cruzas por la calle un amigo, vivir.

Vivir la vida bohemia, sin más ataduras que tus sueños, los que te llevan de un lugar a otro descubriendo cosas que jamás lograste soñar. ¿Qué es, un sueño? Quién sabe, quizá algún día logres hacerlo realidad.

miércoles, 10 de abril de 2013

Los Cumpleaños


Me chiflan los cumpleaños, lo confieso, lo admito y hago una bandera de ello. Se admiten ideas y diseños para el escudo oficial. A mucha gente le gustan los cumpleaños, sobre todo a los niños, aunque a los adultos no tanto, por eso de entrar en las crisis de los 30, 40, 50, etc.
Pero no me refiero a eso. Me gusta mi cumpleaños, como a esa tantísima gente, pero ese es otro tema que hablaré otro día, porque lo que quiero proclamar es que me gustan los cumpleaños, sí, pero los de otros. Me gusta que el cumpleaños de un amigo se acerque e ir juntándonos el grupo de amigos para hacerle un regalo de personas decentes… y uno o dos regalos tan tontos que le hagan reír (o llorar). Esos son los regalos que me gustan, los regalos tontos, chorras, esos que normalmente no cuestan dinero, o apenas un poco, esos que hacen reír, que sorprenden, que fastidian o que hacen llorar de emoción.
Soy una experta en ese tipo de regalos. Y cuando digo experta en realidad quiero decir cabrona. Y mis amigos lo saben.
A lo largo de todos los años que llevo haciendo este tipo de regalos confieso que han sido de los más diversos, desde una imagen gigante de una muñeca Disney para celebrar la mayoría de edad hasta una gymkana. Lo mejor de todo es que pueden salir bien, pueden salir no tan bien y directamente pueden ser un desastre, pero me chifla hacerlos y me lo paso teta, quizá por eso mis amigos y familia permitan que lo haga, en el fondo saben que me hace ilusión.
Después de todo este tiempo y todos estos años se me agotan las ideas después de montar una gymkana por todo el retiro repartiendo pistas (aún sigo sin ser capaz de pensar qué hubiera pasado si nos hubieran robado una pista, habrían pasado horas dando vueltas…) e irrumpir en una casa ajena para colgar una piñata de la lámpara y llenar la escalera de regalos… Se me agotan las ideas. Quizá sea buena idea parar, porque ha habido muchas veces que esos regalos han sido un completo desastre, de hecho incluso algunos hechos a mano se han entregado sin terminar y no me he dado cuenta).
Desde aquí os hago un llamamiento, lectores anónimos (que sé que me leéis, aunque no os apetezca comentar), ¿cuál ha sido el regalo más extraño que os han hecho? ¿Tenéis alguna idea de regalo absurdo que siempre hayáis querido hacer?
¿Cuándo es vuestro cumpleaños? Puedo aparecer en vuestra casa con un regalo chachi chuli hecho con cartulina y rotuladores de colores, o un vibrador, quién sabe.

viernes, 22 de marzo de 2013

La gripe


La gripe no es una enfermedad, es una putada. Especialmente cuando no es una gripe gorda, algo realmente fuerte, vamos, la mayor parte de los casos. Cuando la gripe es fuerte mereces reconocimiento, que te traten de pobrecito, te arropen con la manta y te den un zumito de naranja recién exprimido. Ni qué decir que estás totalmente eximido de ir al trabajo.

Por desgracia la mayor parte de las veces no es así. Casi siempre es una gripe tonta, un resfriado, unas molestias causadas por pasar una noche en la calle en manga corta o no ponerte la bufanda que te dijo tu madre. Entonces los síntomas son los mismos, pero menos graves.
Qué bien, ¿no?  ¡Y una porra! Una gripe leve es cien veces peor que una grave. ¿Por qué? Porque una pequeña gripe no te da derecho a nada. Si es solo un resfriado, tú mismo puedes levantarte a las seis de la mañana, tomarte un desayuno que no quieres para tomarte la primera pastilla del día y las que te quedan. Luego tienes que ir al trabajo, o a clase, y estudiar, o cuidar a los niños, hacer la compra, la comida, limpiar la casa y todo ese tipo de tareas que te repatean hasta el infinito. Por supuesto nadie te trata de pobrecito sino más bien de cállate ya, quejica y no hay zumo recién exprimido, ni mantas, ni mimos.

Una pequeña gripe es como una resaca. La sociedad te considera un despojo, algo a lo que hay que evitar acercarse, tienes un dolor de cabeza tremendo y tu cerebro rueda de un lado al otro del cráneo esperando que le pongan un stop. Una gripe es como haberte pillado el moco del siglo, solo que sin pillártelo, porque los mocos ya los tienes en la nariz.

Cuando tienes la gripe roncas como los borrachos que se desloman en la cama y no levantan hasta diez horas después, solo que no consigues dormir más de tres horas. Al no dormir te levantas a la mañana siguiente con unas ojeras por las que pueden circular camiones, exactamente igual que en un día de resaca tras una gran fiesta. Sólo que sin la siesta.

Cuando tienes una pequeña gripe vagabundeas como un moribundo por la casa, de la cama al sofá, del sofá al ordenador, del ordenador a la cocina, de la cocina al sofá, del sofá a la cocina y de la cocina de nuevo a la cama. No sabes qué hacer, todo te molesta, abres una y otra vez el frigorífico en busca de algo de comida que no te apetece comer. ¿No os recuerda a algo? Exactamente, a un buen día de resaca.

En realidad vengo a contaros todo esto porque he sacado una gran moraleja. Si vais a coger una gripe por no poneros la bufanda que os dijo vuestra madre, el chambergo de vuestra abuela, el paraguas que os recordó vuestro padre… Aprovechad la noche, pasáoslo bien y cogeos un moco de campeonato, que los mocos y la resaca los vais a tener de todas formas a la mañana siguiente.

jueves, 14 de marzo de 2013

La gran creación del dios del amor

Creo que ya lo he dejado caer lo suficiente por aquí, lo he introducido sutilmente en vuestra mente, pero no puedo soportarlo más. Lo siento, no tengo la suficiente paciencia, tengo que declararlo públicamente, aún a riesgo de que os produzca un auténtico shock.
Allá voy.
Agarraos fuerte a la silla
Os he avisado, no quiero problemas.
Aquí viene:


Las lentejas son el plato del amor por excelencia.

¿Seguís vivos?
Todo esto tiene una explicación, claro que sí, una explicación preciosa que narró Hesíodo muchos siglos atrás. Yo no llegué a ella hasta hace muy poco, aunque en mi interior siempre supe que las lentejas eran amor, amor del bueno.

Os haré un favor, voy a narraros la historia:

Sabéis que Eros, dios del Amor por excelencia, era hijo de Afrodita, diosa de la belleza femenina, no podía ser de otro modo. Entonces vosotros pensaréis que Afrodita fue quien le enseñó a Eros a preparar lentejas y él le lanzó una de sus flechas y blablablá, convirtió el plato en mor con tropezones.

No, siento desilusionaros pero Afrodita no tenía ni puñetera idea de hacer lentejas, ella era más de marisco, almejas y tal. La historia proviene de la adolescencia de Eros, que cuando estaba en la edad del pavo su madre andaba por ahí de concurso de belleza en concurso de belleza, provocando guerras de pretendientes y lo que no son pretendientes (¿Os suena la guerra de Troya? Pues fue todo culpa de un complot de Afrodita y su prima la del pueblo, Helena de Troya).

Entonces el pobre Eros estaba enfurruñado con su madre (y con razón) porque esta le hacía menos caso incluso que a su marido. Su marido, por si no lo sabéis, es Hefesto, un viejo así como no muy agraciado, cojo, bizco, miope y encima no tenía un trabajo con demasiado glamour, era herrero (y ya sabes, en casa de herrero... cuchara de palo). Bien, pues como Afrodita era una zorra y tenía al pobre marido y al hijo abandonaicos estos dos se juntaron, que si Hefes hazme una flecha que he visto por ahí a un dios rubio con un arpa y a una ninfa que me han caído mal, que si Eros anda dispárale a esa mulata que me pone cachondo... Cosas de familia, ya se sabe.

Entre martillazos y flechazos fue surgiendo el cariño y tal y se convirtieron casi en martillo y carne (de hecho una vez que Eros intentó probar qué era eso de la metalurgia y la fundición fue el martillo quien probó su carne). Pero bueno, no me voy a desviar, el caso es que en casa de Hefesto comían con cubiertos de palo y la comida preferida de Hefesto eran las alubias. Todos los días se comían alubias en casa de Hefesto (así daba gusto lo bien que se avivaba el fuego de la forja) y Eros después de pasar semanas enterad comiendo alubias dijo, '¡Voy a cocinar yo!' Y pensó en un plato que le pudiera gustar a su padrastro. Pensando y pensando se le ocurrió que la comida que más le tenía que gustar a Hefesto debía tener mucho, mucho hierro.

Y catapúm, inventó las lentejas! A Hefesto le encantaron, desde luego, y al ser la comida inventada por Eros, no cabe ninguna duda de lo que tenían que ser: Las lentejas se han convertido mundialmente en la comida de los enamorados.

Ya sabéis, queridos niños y niñas, quien de lentejas de alimenta, ¡mantiene la p.... el alma contenta!

Dedicado a un acompañante anónimo.

sábado, 9 de marzo de 2013

La internacionalidad de España


Esta es la historia de un episodio vergonzoso y paranormal que ocurrió en el viaje de fin de curso de Squirrel. Originales entre los originales, fuimos de viaje a Italia y es allí donde ocurrió este episodio para olvidar.
[¿Y si es un episodio para olvidar por qué lo cuentas?]
Porque quiero que os percatéis del legado que España está dejando en el extranjero.
La historia sucede en una ciudad cualquiera, a los pies del Coliseo, donde Squirrel y un acompañante anónimo caen en el poder del souvenir barato.
-Scusi, ¿cuánto cuesta eso?
- Ciao belle ragazze, di dove siete?
-¿Perdón?
-Di do-ve sie-te?
-Ahhh- exclaman las turistas, que parecen entender- España
- Ohh Spagna, che bello! Me gusta Spagna *inserten aquí voz de italiano con acento argelino tratando de hablar español* ¿Dónde sois? ¿Madrid o Barselona?
[Atención, para todo extranjero no hay más lugares que estos, con la leve concesión de Mallorca y Benidorm. Pero claro, ¿quién iría a Italia pudiendo permanecer en Benidorm?]
-De Madrid.
-Me gusta, me gusta. Sai che cos’è lo che più  me gusta della Spagna?
 [Atención, señores, momento álgido]
-Il pecadorrr de la prradera!
[Acuérdense de insertar voz de italiano con acento argelino hablando español e imitando la forma de hablar de ese pecador(rr) de la pradera]
 Sapete chi è, vero?
- Sí… claro… Chiquito de la calzada…
Jaaarrrrr!
Squirrel y su acompañante anónimo recogen la quijada del suelo y se marchan. Mirándolo por el lado bueno, no han comprado souvenirs.

Señoras, señores, desde aquí hago un llamamiento para que llevemos al extranjero españoladas un poco más decentes que olé, fiesta, siesta, paela, loco de la pradera.
Por caridad, señores, por caridad. 

domingo, 3 de marzo de 2013

Torpe


“Del latín turpis. Que se mueve con dificultad. Desmañado. Rudo, lento en comprender.”
Esta es la definición que da la RAE de torpe, aunque todos tenemos nuestra propia definición. Hoy vengo con mi propia definición de persona torpe.

Torpe:
“Del latín Ostia que me matus. Dícese de aquella persona que no es capaz de dar dos pasos sin besar el suelo, despistado, frecuentemente con más dioptrías que cuello tiene un pavo. Capaz de acabar con los nervios de la más paciente madre.”

Los torpes son una especie aparte, igual que los historiadores (quizá hable de ellos en otra ocasión), tienen su propio lugar en el mundo y deberían tener su propia hornacina en el cielo, a ser posible a ras de suelo, para que no se hagan demasiado daño al caer.

Los torpes son personas que al principio caen bien, pueden inspirar ternura y pensamientos del tipo ohh, qué mono, voy a ayudarle, pobrecico, esta reacción se acentúa si el sujeto torpe es mujer, y se multiplica si este sujeto tiene cierta belleza. En cambio si el observador es mujer el sujeto femenino torpe será objeto de envenenadas críticas mentales. Más adelante, cuando se convive con un torpe en cuestión la ternura va desapareciendo para dar paso a la exasperación, incluso al odio. Y claro, es que no tiene demasiada gracia que tras pasar dos horas cocinando llegue el torpe y tire todo el contenido de la cacerola al suelo en un increíble movimiento acrobático para no acabar besando el suelo.

Esa es otra habilidad de los torpes, tienen el centro de gravedad de su cuerpo en algún lugar situado fuera de él, por lo que suelen hacer gala de una habilidad acrobática impresionante para finalmente, acabar en el suelo de todas maneras. El suelo es el mejor amigo de los torpes, cuenta la leyenda de una mujer que se casó con un torpe y al volver de la luna de miel pidió el divorcio porque decía que besaba al suelo más que a ella.

Los torpes suelen tener también otras características añadidas, suelen ser despistados, olvidadizos y a veces también suelen ser inteligentes, convirtiéndose en objeto de burlas desde la más tierna guardería. Sí, son los típicos frikis de película. Sin embargo también hay torpes en la vida real, no os creáis, y por ellos hago un llamamiento:
Gente no torpe del mundo, un poco de compasión para los torpes, que aunque llenos de cardenales, también son personas.

Aunque ahora que lo pienso, todo el día  besando el suelo y repletos de cardenales… Os apuesto unas lentejas a que el nuevo papa va a ser el rey de los torpes.


PD: Para que veáis que los torpes también pueden llegar alto en la vida, ahí tenéis al rey,  torpes como él, pocos. 

sábado, 23 de febrero de 2013

Niños prodigio


Frecuentemente se pueden ver en las noticias casos de niños de doce, cinco, tres años, que tienen unas habilidades asombrosas, que muchos adultos no han llegado a desarrollar. Todos recordamos alguno, aunque sea la niña de lluvia de estrellas o el famoso niño al que no le dejaban sitio en el mar  
Después de ver a cientos de niños prodigio a lo largo de mi vida y darme cuenta de que no soy ninguno de ellos mi nivel de indignación ha llegado a cotas alarmantes.
¿Por qué son ellos niños prodigio y yo no? ¿Por qué hay tantos? ¿Es que yo no voy a ser nunca una niña prodigio? Pues no es justo, señoras y señores. Es que la vida no es justa, Squirrel, deberías darte cuenta.
Pues me niego, no estoy de acuerdo. Yo también quiero desarrollar algún precoz talento natural e innato, como lanzar pepitas de sandía a velocidad de ametralladora o cantar como los ángeles, o pintar maravillosamente o ser un as en algún deporte, aunque sean los dardos.
¿A vosotros no os indigna? Y no me digáis que no, que luego los niños prodigio crecen con traumas incurables y que se quedan traumados para toda la vida, que no me lo creo, que Joselito sigue siendo millonario y bien que le va (aunque salga en Torrente y en Supervivientes ).
En fin, que la vida es cruel y dura, así que os dejo pensar en ello con algunos niños prodigio.

Yahel el niño que esnifaba colacao y se bañaba en lejía:


El niño koreano beatle

I’m yours y su ukelele:


Aelita Andre, una niña australiana que ya expuso sus obras en una galería con tan solo dos añitos. (Iba a poner un vídeo de alguno de los niños de Juan y Medio y Menuda noche, pero era ya demasiado frikismo)


Y mi preferida, pero esta no necesita presentación, porque seguro que la conocéis, la niña de lluvia de estrellas:
[Edito: La niña en cuestión se llama Rosa Rocío Ruano y sigue intentando cantar, esta vez como artista adolescente que volverá locas a las masas O eso dice su madre]