La gripe no es una enfermedad, es una putada. Especialmente cuando no
es una gripe gorda, algo realmente fuerte, vamos, la mayor parte de los casos.
Cuando la gripe es fuerte mereces reconocimiento, que te traten de pobrecito,
te arropen con la manta y te den un zumito de naranja recién exprimido. Ni qué
decir que estás totalmente eximido de ir al trabajo.
Por desgracia la mayor parte de las veces no es así. Casi siempre es
una gripe tonta, un resfriado, unas molestias causadas por pasar una noche en
la calle en manga corta o no ponerte la bufanda que te dijo tu madre. Entonces
los síntomas son los mismos, pero menos graves.
Qué bien, ¿no? ¡Y una porra! Una gripe leve es cien veces
peor que una grave. ¿Por qué? Porque una pequeña gripe no te da derecho a nada.
Si es solo un resfriado, tú mismo puedes levantarte a las seis de la mañana,
tomarte un desayuno que no quieres para tomarte la primera pastilla del día y las que te quedan. Luego tienes que ir
al trabajo, o a clase, y estudiar, o cuidar a los niños, hacer la compra, la
comida, limpiar la casa y todo ese tipo de tareas que te repatean hasta el
infinito. Por supuesto nadie te trata de pobrecito
sino más bien de cállate ya, quejica
y no hay zumo recién exprimido, ni mantas, ni mimos.
Una pequeña gripe es como una resaca. La sociedad te considera un
despojo, algo a lo que hay que evitar acercarse, tienes un dolor de cabeza
tremendo y tu cerebro rueda de un lado al otro del cráneo esperando que le
pongan un stop. Una gripe es como
haberte pillado el moco del siglo, solo que sin pillártelo, porque los mocos ya
los tienes en la nariz.
Cuando tienes la gripe roncas como los borrachos que se desloman en la
cama y no levantan hasta diez horas después, solo que no consigues dormir más
de tres horas. Al no dormir te levantas a la mañana siguiente con unas ojeras
por las que pueden circular camiones, exactamente igual que en un día de resaca
tras una gran fiesta. Sólo que sin la siesta.
Cuando tienes una pequeña gripe vagabundeas como un moribundo por la
casa, de la cama al sofá, del sofá al ordenador, del ordenador a la cocina, de
la cocina al sofá, del sofá a la cocina y de la cocina de nuevo a la cama. No
sabes qué hacer, todo te molesta, abres una y otra vez el frigorífico en busca
de algo de comida que no te apetece comer. ¿No os recuerda a algo? Exactamente,
a un buen día de resaca.
En realidad vengo a contaros todo esto porque he sacado una gran
moraleja. Si vais a coger una gripe por no poneros la bufanda que os dijo
vuestra madre, el chambergo de
vuestra abuela, el paraguas que os recordó vuestro padre… Aprovechad la noche,
pasáoslo bien y cogeos un moco de campeonato, que los mocos y la resaca los
vais a tener de todas formas a la mañana siguiente.